Leo el blog de un educador y encuentro cierta actitud más o menos conocida, una especie de sentimiento de culpa según el cual todos los males de la educación se deben a que el sistema (aún) no entiende a los niños y los trata con fórmulas negadoras de su esencia y su libertad, etc. Creo que el problema está en la omisión de una premisa fundamental.
En toda sociedad se educa a los jóvenes partiendo de la base de que deben ser algo que aún no son. Es decir, hay un modelo de persona que orienta el proceso. Y lo que ocurre es que, por un lado, la nueva educación parece proponer una pedagogía sin modelo y, por otro, la sociedad actual no tiene de hecho un modelo universal explícito, sino muchos sub-modelos espontáneos más o menos antisociales, desde el pandillero traficante y el grafittero hasta el neocristiano sectario, pasando por el hippie o el yuppie. El educador progre se considera un quijote melancólico entre el desastre de unos educandos a quienes "le(s) es cada vez más difícil manejar su lengua con soltura y precisión, recordar los hechos fundamentales de la historia de su país, realizar deducciones lógicas o comprender textos escritos que no sean rudimentarios" (v. C. Lasch; La escuela de la ignorancia) y una cultura pedagógica insensible o, peor aún, oscurantista. Que la sociedad, como organismo digamos, tienda a mantener sólo el mínimo educativo necesario para seguir reproduciéndose en su forma actual, no es algo tan descabellado: lo prueban en parte el privilegio de la formación técnica y la extinción de las humanidades. Pero que los jóvenes resulten intelectualmente afectados por las fallas de la educación no es cierto en absoluto. Su problema no es que sean incapaces de comprender lo que se les explica en las aulas, sino que prefieren dirigir sus capacidades a objetivos que el educador (progre o tradicional) no reconoce. Es notable el caso de los niños que, de manera autodidacta, acaban por convertirse en expertos informáticos, tal vez en hackers. Y no creo que el delincuente veterano necesite de muchos recursos histriónicos, narrativos, plásticos, lúdicos o tecnológicos para transmitir con éxito a un novato la técnica requerida para abrir un coche.
En el fondo de esto hay una paradoja: ¿se puede educar "para la libertad"? ¿se puede educar sin modelo? Y explicitando lo implícito ¿acaso es posible aplicar un modelo sin recortar de algún modo la libertad? Parecería que si la postulación de cualquier modelo como premisa para educar nos parece un abuso, sólo quedaría como misión para la educación la transmisión de técnicas que en sí mismas serían neutras respecto a cualquier modelo o proyecto. Aunque, como dije antes, se tiende a la formación instrumental, no existe proceso educativo sin aspiración a un modelo (de convivencia, en última instancia) compartido. El chico que profundiza en los misterios de la informática no busca sólo aumentar sus capacidades individuales sino también, y quizá ante todo, el reconocimiento de sus pares en el grupo o "tribu" que ha (o que le ha) elegido.